El silencio, como eco inigualable se apoderaba de
todo el lugar, no obstante estaba ahí, esperando que una voz inconfundible se
torne como premio al pulcro lugar, donde la tristeza sin tus palabras mataba lo
poco de ganas que me quedaban de vivir.
Puse en marcha mi cabeza y empecé a caminar por la
sala con tal de encontrar esa voz que tanto rugía en mi pero, yo mismo, sabía
que no resonaba en aquel emplazamiento.
Los segundos se convirtieron en horas que fueron
formando días que terminaron en meses y yo, ahí seguía buscando algo que quizás
nunca encuentre. Firme a mi postura no deje de buscarte pero tampoco de escucharte,
como una locura interminable. Pero una hermosa locura al fin.
Yo, uno más del montón.
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