sábado, 1 de junio de 2013

Tu voz, como sinfonía orquestal.



El silencio, como eco inigualable se apoderaba de todo el lugar, no obstante estaba ahí, esperando que una voz inconfundible se torne como premio al pulcro lugar, donde la tristeza sin tus palabras mataba lo poco de ganas que me quedaban de vivir.

Puse en marcha mi cabeza y empecé a caminar por la sala con tal de encontrar esa voz que tanto rugía en mi pero, yo mismo, sabía que no resonaba en aquel emplazamiento.

Los segundos se convirtieron en horas que fueron formando días que terminaron en meses y yo, ahí seguía buscando algo que quizás nunca encuentre. Firme a mi postura no deje de buscarte pero tampoco de escucharte, como una locura interminable. Pero una hermosa locura al fin.

Yo, uno más del montón.  

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