Ella, esperándolo se
carcomía la cabeza del porque no se pasaban las horas del reloj para poder
tener en brazos a su preciada y amada…
El reloj rompió
con la hora. El desesperando y nervioso corrió para llegar a tiempo, el camino
era interminable como los nervios de ambos. Haciéndose esperar como de
costumbre llego… con segundos de tardanza, pero llego.
Se notaba una
noche perfecta, con una luz lunar que deslumbraba hasta la última persona de
ese lugar. Y ahí estaban, los dos, el preocupado por su tardanza y ella
emocionada de verlo, llegaba el momento. Una sonrisa cómplice debajo de esa
estrella en el cielo que tomaba como protagonista a dos jóvenes, el y ella.
El le otorgo lo
que ella tanto esperaba con tanta incertidumbre, pero con la confianza
necesaria continuo con unas palabras diciéndole “Dale, esta sana y salva. Es tu
turno ahora”.
Yo, uno mas del montón.
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